miércoles, 18 de julio de 2007

Él último fleco de la Segunda Guerra Mundial


La isla, en Google. Una patrulla norteamericana en la isla de Attu.

Parecía que 64 años después del fin del mayor conflicto que ha vivido el planeta todo estaba atado y bien atado, pero no era así. Esta misma semana un equipo de militares japoneses y norteamericanos intenta localizar en la isla de Attu, la más occidental del grupo de las Aleutianas, en Alaska, restos de los cientos de soldados que murieron en la ocupación nipona, en junio de 1942. Más que una operación militar, que lo es, los expertos la consideran una forma de cerrar una llaga más entre los dos países, hoy aliados y amigos.
La isla es el territorio más alejado de las costas continentales de los Estados Unidos y permaneció en poder de Japón hasta mayo de 1943. Era la primera vez en más de 130 años que un ejército extranjero se adueñaba de un trozo de la geografía yanqui.
Sin embargo, las fuerzas norteamericanas y canadienses no se tomaron a pecho la situación porque jamás pensaron en ocupar Japón desde el norte, como creían sus enemigos. Cuando por fin se decidieron a recuperar ese trozo de suelo patrio, perdieron la vida 2.300 nipones y 540 norteamericanos, la mayoría a manos de las bayonetas de sus oponentes. En el transcurso de esta sangrienta batalla, muchos cadáveres fueron enterrados en fosas comunes, las que ahora buscan los militares de ambos países. Los restos serán sepultados con dignidad, la que no tuvieron los que pisotearon la libertad de millones de personas.