domingo, 6 de mayo de 2007

Cocidos intravenosos contra las huelgas de hambre

Lo de ponerse en huelga de hambre en la cárcel, de no ser por la gravedad del asunto, empieza a ser una moda entre presuntos homicidas y chorizos. Otros, sin más, ya no gozan del beneficio de la duda y son a todos los efectos asesinos y delincuentes condenados por los tribunales.
Gandhi, un patriota, un luchador por la libertad de su país, se puso en huelga de hambre 17 veces. La historia de la India le ha recompensado con un lugar de honor entre sus héroes. Por esta forma de protesta también optó Juan Plaxats, un pulidor de suelos de Barcelona, porque Hacienda le reclama más dinero del que le corresponde por su condición de autónomo
En nuestro país, en los dos últimos años, lo han hecho personajes de una catadura similar a la de De Juana Chaos, Rafá Zouhier, acusado de facilitar los explosivos a los terroristas del atentado, o Djamel Merabet, detenido en la ‘Operación Nova’, junto a otros supuestos miembros de una célula islamista que planeaba volar la Audiencia Nacional con un camión cargado de explosivos.
El último en hacerlo ha sido Julián Muñoz, condenado por un delito contra la ordenación del territorio http://www.elpais.com/articulo/espana/Audiencia/Malaga/condena/Julian/munoz/ano/carcel/elpepuesp/20070427elpepunac_9/Tes y unos de los principales procesados en la Operación Malaya. Yo -y creo que muchos- me pregunto por qué lo ha hecho. Al fin y al cabo, los que tendrían que haberse puesto en huelga de hambre son los miles de vecinos de Marbella a los que engañó y se arruinaron o vieron perjudicados por su decisiones interesadas. Sólo con un pellizco de los 400.000 millones de pesetas que desviaron los gestores municipales, entre los que él estaba, se podrían haber hecho escuelas, pisos protegidos, carreteras y servicios varios para una ciudad que era el mayor atractivo de las costas malagueñas.
Cuando ciudadanos, como el español, Pablo Ibar (condenado a muerte en Estados Unidos por un crimen que no cometió) luchan por su vida detrás de las barrotes de una prisión, otros sonríen a la muerte antes de ser juzgados. Hay que defender la vida de los indeseables que la desprecian porque de esta forma pagan dos veces por sus delitos. Si es necesario que la Justicia ordene que les administren cocidos intravenosos, por su vida y la de los que pagamos impuestos.