miércoles, 30 de mayo de 2007

El riñón de un niño cuesta 3.000 euros en Mozambique



Sentada en una modesta silla, como si no hubiera roto un plato en su vida, me recibió sor Juliana en la casa-convento de su congregación en Madrid. Esta mujer, testaruda, como buena maña, y miope tuvo el valor de hacer la primera denuncia en los foros internacionales sobre el tráfico de órganos humanos en Mozambique.


"Hace cuatro años, encontramos cerca de cincuenta cadáveres de niños a los que les habían extirpado los ojos, los riñones o el hígado. Ninguno de ellos sobrepasaba los 15 años y los más pequeños apenas tenían 8 o 9", señala la religiosa. Ella y el resto de las monjas españolas, que atienden a varias decenas de huérfanos en el centro de las Siervas de María de Nampula, investigaron qué ocurría con los niños "vaciados".


Descubrieron que cerca de allí, en el aeropuerto, había mucho movimiento de coches y avionetas las noches anteriores al hallazgo de algún cadáver. Los vuelos salían con destino al cono sur africano y al medio oriente. Junto a uno de lo cuerpos hallaron unos guantes de cirujano fabricados en Italia. La investigación les llevó incluso hasta uno de los sospechosos que, incomprensiblemente, disfrutaba de la confianza de la policía.


El precio de cada órgano en Mozambique ronda los 3.000 euros. Una fortuna en África y una minucia para un occidental adinerado con un hijo enfermo que necesita un trasplante urgente.
Sor Juliana y sus hermanas están amenazadas de muerte por haber denunciado lo que es un incalificable acto contra la vida Mientras los países ricos hacen esfuerzo por respetar y mejorar los derechos individuales de sus ciudadanos, en África, la tierra considerada el origen de la especie humana, sus habitantes se conforman con no ser objetivo de los carniceros blancos.